La instrucción decía “Parroquia san Juan
Bautista. El Jordán II etapa”. Esas primeras etapas del Jordán, una galería de
pequeños recuerdos, ¿recuerdas? El barrio siempre te producía sensaciones
confusas, como antagónicas, pero coherentes en sus propias conexiones,
¿recuerdas? Todo te parecía familiar, cercano, las puertas de las casas
entreabiertas, las caras en las ventanas expectantes del saludo de algún
compadre, las tiendas con olor a arroz acalorado, los niños en los
antejardines, las rejas multiformes, el aire de pueblo cerrado. Al mismo
tiempo, una cierta sensación de extranjería te invadía, como si el barrio
dijera: tú no eres de este pueblo y este pueblo no se hace responsable de los
extranjeros, ¿recuerdas? Una vez, diste
muchas vueltas buscando la casa del tal Camilo, ibas solo y hacía rato que
habías cruzado el límite espacial que permitían tus papás, no encontrabas la
dirección y sonaba un vallenato, dabas la vuelta en una esquina y una señora
aullaba de lo lindo una canción de Darío Gómez, bordeabas un parque y de alguna
casa salía una balada romántica en la sintonía de Tolima FM Estéreo, pensaste
en devolverte y salir de ese laberinto de fachadas variopintas que, en el
fondo, eran todas igualitas.
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Pero, al fin encontraste la casa del tal Camilo y viste
con asombro las portadas del Fourth
Dimension de Stratovarius y del Legendary
Tales de Rhapsody, nunca habías escuchado algo similar y te pareció
increíble la energía que emanaba de esa música, incluso estabas tan absorto en
las poderosas velocidades de esos sonidos que no te importó el hecho de ser un
extranjero, un chiquilín en medio de esos mechudos que te preguntaban “¿Y usted
es muy amigo de Camilito?”, ¿recuerdas? Sí, yo sé que lo recuerdas mientras
buscas al bautista, en esta noche tibia, como en aquella otra noche tibia en
cuyo calor también buscabas al bautista… bueno, no tú, tus papás, un jueves
santo, en esos tiempos en que visitaban los siete monumentos; ahora caminas y
recuerdas a tu papá diciendo “era pasando dos parques, pero de noche como que
me desubico”, de una u otra manera encontraron al bautista y en sus aposentos
había un cuchicheo sagrado, ¿recuerdas? Creo que ya no me estás escuchando,
acabas de entrar en la iglesia y la melodía que recién se alza se hace aire, el aire para la cuerda de sol infla tus
pulmones, oxigena y acelera tu corazón, te petrifica y te desmorona con la
suavidad de los compases que reman hacia abajo, y yo que puedo verte, veo cómo
sientes esos compases, cómo inhalas el sonido de las cuerdas con el olor de la
iglesia, cómo conectas el olor de la iglesia con el color de la sangre, cómo
recuerdas el color de la sangre con la primera vez que escuchaste el aire para la cuerda de sol; entonces,
la melodía salía del fondo de una escena, como ahora sale del fondo de la
iglesia, en esa escena un enorme robot
escarlata hacía llover la sangre de unos monstruos blancos de labios rojos, ahora
tienes en la retina la imagen de los monstruos desmembrados y de un cierto
disparo en un estanque naranja profundo, ahora recuerdas los jueves santos y el
miedo que te daba la sensación de que alguien supiera el sufrimiento que le
aguardaba. El aire se apaga con un movimiento de la batuta, hay aplausos y un
señor afirma: “Esto es lo que llaman música sacra o sea para la semana santa”.
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