Ver Ibagué en un mapa ampliado
La comuna 5 surgió en la década del
sesenta con desplazados y dinero extranjero. “Alianza para el progreso” era
nombre oficial del dinero extranjero y “La violencia” era el nombre común para
ese desplazamiento. El Jordán… así fue bautizado el proyecto urbanístico del
que surge aquella comuna[1].
No pudo ser otro nombre, la metonimia mística haría que al menos el sector y
sus habitantes vivieran sobre las aguas de ese nombre bautismal. El sector en
cuestión era parte de la expansión de la ciudad hacia el oriente[2].
Uno de los puntos de crecimiento y conexión partió de la confluencia en frente
del Sena, la cual conforma un nudo hecho por la llegada simultánea de la
carrera quinta, la avenida ferrocarril y la carrera cuarta[3].
De este nudo, se desprenden dos caminos principales: la vía a Mirolindo que
lleva a la Ruta 40 y a la salida sur oriental de Ibagué; y por otra parte, es
el camino hacia el bautista, la avenida El Jordán, continuación de la Carrera
Quinta, vía que termina por conectar aquella comuna naciente con el resto de la
ciudad. Así se va consolidando este sector, y en medio de las aguas de esas
primeras etapas del Jordán inauguran la iglesia san Juan Bautista.
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[1] Canclini nos plantea que, además
de calles, casas y parques, la ciudad se configura con imágenes (107). De la
inauguración del Jordán, hay una interesante fotografía en la que el arzobispo
de turno va acompañado de lo que parecen dos diáconos y un presbítero; están de
espaldas en un plano entero y caminan hacia un conjunto de pequeñas casas
seriales de una planta, que están al fondo de la imagen, después de un alto
pastizal (González, 351). Quizá el camino hacia el bautista tuvo su
inauguración en ese entonces, antes de que se alargara la carrera quinta bajo
el nombre de Avenida El Jordán. La imagen es un eco que se repite en el hecho
de que estos hombres portadores de bendiciones son la forma mestiza de la
violencia primigenia con que se fundaron los primeros pueblos en el hispanizado
Valle de las Lanzas.
[2] “El Plan
de Desarrollo Urbano reordena la ciudad en torno a los viales que señalábamos
en apartados anteriores, proyectando la ciudad hacia el oriente a partir de la
Avenida el Jordán, que aparece como una continuidad de la Avenida quinta, y de
la Avenida Mirolindo que se constituye como una continuidad de la carrera
cuarta. De igual manera la ciudad va ampliando su trazado urbano a través de la
urbanización que se da entre los ejes viales […]” (González, 265). Esta
expansión es la que delinea la forma geométrica de la ciudad actual: limitada
al norte y al sur, la ciudad se proyecta como un corredor occidente-oriente.
Así en su forma geométrica habita la fatalidad primigenia de ser una ciudad intermedia
de conexión, el camino del Quindío en el occidente y la ruta hacia la Capital
en el oriente. Sin norte y sin sur la ciudad se ensancha a la espalada de su
bostezo fundador.
[3] Tal nudo
se volvió poco a poco un punto de congestión vehicular, entonces para la década
del 2000 se construyó un puente elevado que conectó la Avenida Ferrocarril con
la Avenida El Jordán. Por debajo de este puente, la carrera quinta desaparece
en una bifurcación, una parte lleva a la Vía a Mirolindo (salida oriente de la ciudad)
y la otra parte pasa por debajo de un puente, que antaño fuera el camino del
ferrocarril, y transforma en la carrera 2ª; esta ruta un tramo más abajo
conecta con la Avenida el Jordán y es paso obligado de la busetas que vienen
del occidente por la Quinta y van a tomar La Jordán hacia el oriente.
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