viernes, 20 de junio de 2014

La frontera de un Centro Comercial


1.      Es la noche de un viernes caluroso y algo húmedo.
2.      Hace unos meses que han inaugurado el nuevo centro comercial[1].
2.1.   Este es un verdadero centro comercial[2].
2.1.1.     Pisos pulidos
2.1.2.     Mediaciones de marcas famosas
2.1.3.     Apariencia de espacio público
2.1.4.     Salas de cine seriales
2.1.5.     Plaza de comidas estandarizada
2.1.6.     Tiendas de cadena
3.      Una masa de jóvenes llena la entrada oriental, las escaleras, los quicios.
3.1.   La masa es en apariencia estática.
3.1.1.     La cantidad de cuerpos se confunden.
3.1.2.     Los cuerpos intercambian lugares en el espacio.
3.2.   La masa apropia espacio privado como si fuera público[3].
3.2.1.     Los jóvenes son consumidores de espacio, no de productos del centro comercial.
3.2.1.1.           Los jóvenes consumen el valor del espacio, como espacio nuevo, como espacio de moda.
3.2.1.2.           Los jóvenes potencian el espacio de moda, para consolidar dinámicas de comunicación y encuentro.
3.2.2.     Los jóvenes muchas veces están en silencio, hacen comentarios silenciosos, están ahí y no se van.
3.2.3.     Otras veces hay charla bulliciosa y hay licor compartido.
3.2.4.     Las personas extrañas a esa dinámica o evitan esa entrada o la surcan como un espacio de desconfianza.
4.      Esos viernes fueron cesando, la masa se fue disolviendo.
4.1.   El problema de la moda espacial.
4.1.1.     Los jóvenes estaban por el contacto, por la novedad de ese espacio comunicante[4].



Ver Ibagué en un mapa ampliado


[1] “Con una inversión cercana a los 30.000 millones de pesos, la constructora Pedro Gómez y Cía. S.A. empezará el proyecto comercial más ambicioso que haya llegado en los últimos años a la capital de Tolima.” (Viana)
[2] “Desde finales de los setenta, los centros comerciales entran a definir nuevos espacios públicos de la ciudad. Allí se va a comprar y a estar. Los diferentes comercios que se establecen en su interior articulan nuevos puntos de encuentro” (González, 309). Si desde esta década ya se estaban configurando estos espacios urbanos, para Ibagué Multicentro plantea el juego de construir un símbolo cosmopolita con marcas nacionales e internacionales, que evidencia la diferencia con lo local. De esta forma, comienza a desplazar espacios como el Centro Comercial la Quinta, que termina un poco aislado y pasa a ser espacio para oficina.
[3] Minkowski, leído y citado por Bollnow, habla del espacio diurno como algo claro, transparente y preciso, un espacio socializado que termina por revestir el carácter de lo público (196). Las luces del centro comercial son una simulación de ese espacio diurno de sociabilidad; en la noche el brillo de ese capital privado simula la claridad de un espacio vivencial que puede ser apropiado en la seguridad de las luces y las marcas. Son los jóvenes, desocupados y sin dinero que gastar, los que apropian la entrada como un rincón privado, una masa de códigos oscuros y con alguna cerveza, sin mucha conversación y mucho de estar-ahí.
[4] “La idea de “lugar” es la categoría más representativa cuando hablamos de los espacios públicos. El lugar llega a tener un significado colectivo por su reconocimiento y, por lo tanto, es un generador de sentido en la vida urbana, escenario de deseos y proveedor de huellas en la comunidad, por la intensidad de las interacciones que allí se desarrollan” (Pérgolis y Moreno, 98). Es interesante observar, a partir de esta conceptualización de lugar, que la entrada del centro comercial se transforma en un espacio público, a pesar de que no lo es en sentido estricto. Los jóvenes construyen un sentido colectivo en el encontrase ahí; los primeros meses después de la inauguración la entrada al centro comercial era un archipiélago de grupos de jóvenes, todos por el estar-ahí, el estar-con, el mirar-a, la posibilidad de encontrarse-con. Nora Mesa en su reflexión sobre las nuevas espacialidades y significación de lo pública presenta que “Los centros comerciales son definidos como las “nuevas catedrales”, los nuevos espacios públicos que albergan la recreación, el sentido del deambular y el transitar de la calle, con la seguridad que le brinda el contenedor que inhibe su uso a otros pobladores, y que promueve los nuevos elementos simbólicos del encuentro: las esquinas, las intersecciones, los “malls” y terrazas de comidas, las plazoletas cerradas, los pasillos, el almacén, el cajero, la entrada por la calle o por la carrera. Los nuevos sentidos de circular y permanecer, la posibilidad de sólo mirar, el voyerismo y el espectáculo de los cuerpos, los peinados y la moda.” (126). El resaltado, que es el mío, resulta interesante en cuanto a que es un punto de encuentro, pero es un punto de encuentro fronterizo en el que público y privado se confunden en la apropiación (no en lo urbanístico); aun en la dinámica inicial de esa entrada se daban ocasiones en que ese punto fronterizo no representaba la seguridad del adentro del centro comercial.         

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