jueves, 19 de junio de 2014

Emergencia de la Ciudad


En este cruce atropellaron a negro. Claro que no estoy seguro si fue en este cruce, pero era de noche y el golpe cerró la antología en la que negro era el último personaje[1]. Lo más probable es que negro esté muerto y su voz sea una de esas tristezas parlanchinas que se congelan en un instante eterno.

No, creo que este no es el cruce, pero es lindo pensar que sí. Es lindo pensar que negro dice que si seguimos derecho, derecho, varias cuadras al fondo, aparecerá el estadio de fútbol; y contará la vez que se pasó de lateral sur a la zona de graderías, ¡Cómo corría! ¡Qué espectáculo!, negro le reclamaba al estadio y a la ciudad un mejor lugar. Al menos sabe que ese lugar puede estar en graderías, saltando la malla, pero no está detrás de la reja de la universidad con esos estudiantes sin plata. Por eso creo que negro dice que sigamos derecho, derecho, porque si giramos a la izquierda, llegaremos a la universidad.


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Es curioso, la voz de negro emerge de un espacio indeterminado, como si además de haber escapado de lateral sur, también hubiera escapado de graderías y de cualquier otro espacio de la ciudad[2].

Ah, ese pillo que salta mallas y tapias y también se escapa un momentico de su madre; a ella le duele la cabeza de tanto parir y de tanto hacer arepas. Es a ella a quien negro le habla, es una confesión, aunque quizás ella lo sepa todo: el manicomio de lateral sur emerge con la ciudad[3].

Pero al final lo único que sé es que a negro lo levantó de un golpe la ciudad, como si un sino fatal lo ligara a lateral sur, a cuidar carros, a voltear arepas, a ser perseguido por los ojos de su mamá. A negro se lo llevaron revolcado por la noche, por los vestidos de viernes, por los ojos de su madre en los ojos de otra mujer, por los universitarios sin plata, por las luces, por un carro, el pavimento, el espacio y el instante.





[1] Elmer Jeffrey Hernández es el autor de Lateral Sur, el cuento que cierra el libro Cuentos del Tolima. Antología crítica. (2011). En la narración la ciudad emerge a través de la voz de un personaje que, después de ser atropellado por un auto, le habla a un interlocutor ausente, su mamá, desde un espacio-tiempo inespecífico. El personaje, un joven, integra en su relato su labor de cuidar carros y ayudarle a su mamá, su opinión sobre la universidad, algunos detalles de un viernes en la noche, un partido de fútbol. En su sintaxis los distintos elementos nos muestran espacios urbanos apropiados por un personaje ubicado en una estratificación social. El personaje urbano surge en acto de poder ser en esos espacios (el parqueadero, el estadio, la calle, su casa).  “La literatura de y acerca de la ciudad se fundamenta sobre las relaciones entre el sujeto literario y el objeto formado por el espacio urbano y sus habitantes” (Giraldo, xiv).    
[2] El espacio de enunciación que permite la voz del personaje es el cuento mismo; y aquí el espacio de enunciación y lo enunciado se desarrollan en la manera como el personaje apropia los espacios: en el parqueadero ofrece un servicio no institucional urbano, pero sí dentro de la informalidad de la ciudad; se pasa de lateral sur a graderías burlando los instrumentos de vigilancia y control (la malla y la policía). Lo enunciado muestra la búsqueda de un espacio por apropiar, pero al personaje lo atropellan como si a su vida le figurara un estilo un espacio dado en la estructura de la ciudad. “El gusto, propensión y aptitud para la apropiación (material y/o simbólica) de una clase determinada de objetos o de prácticas enclasadas y enclasantes, (enlazadas y enlazantes) es la fórmula generadora que se encuentra en la base del estilo de vida” (Bourdieu citado por Cardona, 41).
[3] Y a propósito la sintaxis entre tres citas: “Del otro lado de los muros del internado no sólo se encuentran pobreza y locura, sino rostros bastante más variados, y siluetas cuya estatura nos siempre es fácil de reconocer” (Foucault, 126). “Y de moneda en moneda logramos las entradas para lateral sur: las más baratas, mamá. Y el partido estaba muy bueno, aunque desde allí no se ven bien las jugadas. Uno entra a lateral sur como por hacer alboroto, y saltar y cantar y a acompañar al equipo del alma.” (Hernández en Ladino et alii, 373). “Esa zona lateral sur, en la que hay fiesta colectiva, desde el afuera tendría otra dimensión, cercana a manicomio o presidio –atendiendo Foucault- […] ) (Ladino en Ladino et alii, 380).

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