viernes, 20 de junio de 2014

La intimidad de la casa (IV)

La casa de Piedrapintada


La mirada abarca una cuadra escrupulosa que sale a la Carrera Quinta. La mirada sigue una secuencia de casas de una planta, cuyas fachadas dibujan una austeridad llena de pequeños detalles, una distinción de puntuales elegancias. La mirada detalla un farolito allí, ciertas ventanas salientes allá con sombreritos tejados, una fuentecilla en el antejardín. La mirada se mete por debajo de la puerta de una de esas casas, allí encuentra una sala con sillones pesados y, sentado en uno de ellos, un señor cuyos cabellos blancos relucen intensamente en el claroscuro del lugar. La mirada se aventura por un pasillo que parece no conocer la luz, sigue la senda oscura y no sabe cómo sale a un cuarto, donde un niño saluda a una figura fantasmal y arrugada que sonríe. La mirada se refugia en la boca abierta del niño, quien piensa que la cama de esa habitación es tan alta que los que duermen allí deben vivir con miedo a caerse mientras duermen.

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