Me tendría que dirigir a usted, tarde o temprano,
al fantasma que es usted, representado e imaginado: el músico temprano, el rolo
de nacimiento, el liberal combatiente de la Guerra de los Mil Días, el
ingeniero civil, el humanista póstumo, el bunde tolimense, la música perdida de
obras solo de nombre, la casona del centro vuelta escuela de música, el busto
de metal en un patio, la pintura de ojos serenos, el salón de pompa acústica, el
adjetivo “musical” para una ciudad. Me tendría que dirigir a usted, su recuerdo
es parte del imaginario local. ¿Sabía que en su nombre unos estudiantes
cantaron con emoción y dureza en un escenario de poesía, mientras acusaban al
gobierno departamental de explotar un imaginario sin darle recursos para
subsistir? ¿Sabía que un gobernador señaló con obviedad rimbombante la deuda de
la administración gubernamental con la idea que usted inauguró más de un siglo
atrás, como si dijera hay que alimentar anuestro famélico fantasma? ¿Sabía que la música de sus recintos tiene que cantar
contenta y callada, porque si se eleva su voz molesta dejan de llover las
migajas? Quizá no tenga que decirle todo esto y solo esté hablando para mí,
pues usted está hecho de todas estas minucias. Así que es fácil encontrar las
huellas de su espectro en ciertas muescas de la ciudad, muesca es uno de los
nombres para documento, sobre todo cuando hay tan poco documentado en tinta y
tanto imaginado en las muescas.
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