viernes, 20 de junio de 2014

Y un imaginario musical I (Tónica)… Soliloquio con el maestro Castilla


Alberto Castilla Buenaventura
Me tendría que dirigir a usted, tarde o temprano, al fantasma que es usted, representado e imaginado: el músico temprano, el rolo de nacimiento, el liberal combatiente de la Guerra de los Mil Días, el ingeniero civil, el humanista póstumo, el bunde tolimense, la música perdida de obras solo de nombre, la casona del centro vuelta escuela de música, el busto de metal en un patio, la pintura de ojos serenos, el salón de pompa acústica, el adjetivo “musical” para una ciudad. Me tendría que dirigir a usted, su recuerdo es parte del imaginario local. ¿Sabía que en su nombre unos estudiantes cantaron con emoción y dureza en un escenario de poesía, mientras acusaban al gobierno departamental de explotar un imaginario sin darle recursos para subsistir? ¿Sabía que un gobernador señaló con obviedad rimbombante la deuda de la administración gubernamental con la idea que usted inauguró más de un siglo atrás, como si dijera hay que alimentar anuestro famélico fantasma? ¿Sabía que la música de sus recintos tiene que cantar contenta y callada, porque si se eleva su voz molesta dejan de llover las migajas? Quizá no tenga que decirle todo esto y solo esté hablando para mí, pues usted está hecho de todas estas minucias. Así que es fácil encontrar las huellas de su espectro en ciertas muescas de la ciudad, muesca es uno de los nombres para documento, sobre todo cuando hay tan poco documentado en tinta y tanto imaginado en las muescas.    

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