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Ver Ibagué en un mapa ampliado
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Los revisionistas del spray y los del
saludo militar saben algo del busto al costado del viaducto. Los revisionistas
están al tanto de que era colonizador español y los del saludo militar notan
que tenía grado de capitán. Los oidores Góngora y Galarza lo conocían, incluso
este último era su hermano. Así encomendaron la cabeza de una expedición a él,
el recién por capitán nombrado, don Andrés López de Galarza, contador de la
hacienda real en Santafé. La Audiencia Real había olido oro y proyectado
caminos por el Valle de las Lanzas; sus ojos de patas largas vieron la
expedición como algo necesario. El camino por entre las lanzas de este valle,
al que los comedores de carne humana llamaban Combayma, Anaima y Metaima, en
lengua de no nuestro señor, fue harto arduo y lleno de aventuras dignas de
saberse y contarse[1].
Fray Pedro Aguado fue uno de los que más
cercanamente relató este hecho como crónica verdadera, la cual ocupa el libro
séptimo de la primera parte de su Recopilación
historial. Esta obra es documento y símbolo del proceso de colonización en
el llamado Nuevo Reino de Granada[2].
Específicamente, aquel libro séptimo es quizá la narración más emblemática del
origen de la ciudad de Ibagué, por supuesto contada en palabras de los
conquistadores. Allí el capitán Galarza se gana su puesto como conquistador de
ese difícil Valle de las Lanzas y como fundador de Ibagué, punto intermedio
entre Santafé y el occidente por el camino del Quindío.
La expedición de
Galarza y la narración de Aguado son precursoras del conflicto en la
apropiación de la efigie del costado viaducto[3].
Unos pintan la cabeza, otros saludan con honores, unos critican la falta de
pertenencia a la ciudad, otros recuerdan la sangre derramada, unos dicen pasado
pisado, otros trazan vagos epítetos de los pacificadores, unos piden vigilancia
para los espacios públicos, otros atacan la memoria-monumento de la ciudad. El
ahora en la memoria conflictiva mestiza hace de la cabeza del capitán un
espacio de lucha en el que se enfrentan: la exterminación genocida, la labor
fundacional sobre la sangre, la impostura de apropiar directamente lo indígena,
la dura devoción en el amar y el odiar simultáneamente lo español, saberse
híbrido en el espejo y negarse un poco como parte de una hipocresía
fundacional, odiarse un poco, como se odia un poco a la ciudad y a su fatal
fundador. La cabeza broncínea de ojos amarillos y llanto bilioso congela una
convergencia de sentires discordantes.
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[1] “En el libro sétimo se escribe y
trata la población y fundación de la ciudad de Ibagué, hecha por el capitán
Andrés López de Galarza, que antes había sido contador de la hacienda real del
Nuevo Reino de Granada, en el año de mil quinientos cincuenta, siendo oidores
de la Chancillería y Audiencia real del Reino los licenciados Góngora y Galarza.”
(Aguado)
[2] “La "Recopilación
Historial", meritoria obra que fray Pedro Aguado, fraile franciscano de la
Provincia de Santafé, redactó a base de sus propias anotaciones y los tratados
históricos y apuntes que dejó otro fraile de la misma Provincia, fray Antonio
Medrano, constituye una obra básica, indispensable para el estudio de la época
de la conquista y población de las tierras de la actual Colombia y de una parte
de las de Venezuela […]” (Leer más).
[3] Este conflicto no es otra cosa
que el mestizaje mismo, un barroco manierista que implica el claroscuro, la
configuración de un odio y de un amor propio, en la imagen del español y del
indígena que nunca hemos sido, pero de cuya mezcla somos herederos. Un ejemplo
está en el mismo Aguado, quien consideró la evangelización de los indios Cogua
como una empresa exitosa; sin embargo, una imagen que recoge fray Pedro Simón,
decenios después, es la de un cacique Cogua que en su lecho de muerte dentro de
sus manos, que sostienen un crucifijo, está Bochica. Tal imagen resuena en
nuestras culturas híbridas, producto de la colonización; Aguado nunca
comprendió que no estaba produciendo católicos de contrarreforma, sino que
estaba siendo parte de un proceso multiforme de mestizaje, cuya imagen
fundadora es la de aquel cacique sosteniendo, simultáneamente, en sus manos y
en su fe a Cristo y a Bochica.
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